martes, 20 de mayo de 2008

El Chat como Terapia (vivencia personal)

Mi jefe volvía del despacho del suyo con cara de pocos amigos, farfullando algo ininteligible. “¿Qué pasa?” le pregunté. “Por si fuéramos pocos, parió la burra. No tenemos bastante con los servicios que llevamos, y ahora nos mandan hacer un informe del portal de Internet” “¡Pues si que estamos bien, no entiendo nada!” respondí, “no obstante, me pondré a ello, cuanto antes empiece, antes nos lo quitamos de enmedio”

Corrían por aquel entonces finales de 1999, y mi experiencia con Internet venía de años atrás. Como ingeniero del ramo, y trabajando en una operadora, otra posibilidad se hubiese visto como extraña. Pero lo fuerte de mis conocimientos se centraba en las redes de datos, sus protocolos y terminales, y sin embargo, como usuario de Internet, no destacaba especialmente, resumiéndose mi experiencia en la navegación por Web’s, la búsqueda de información, la descarga de archivos… vamos, ¡nada del otro mundo!

Pinché el explorador y conecté con el portal de la empresa. Le fui echando paciencia para visitar todas las páginas que colgaban del menú de la “jompeich”, como se diría ahora, mientras mantenía abierta una ventana de “Word” para ir anotando mis impresiones. Poco a poco iban cayendo todos los ítems, cuando di con uno que despertó mi curiosidad… CHAT. “Caramba, nunca me he metido en un sitio de estos” pensé, y no sin cierto morbo, hice “clic” con el ratón en el enlace. Se abrió una página indicándome los canales existentes por temas de interés, por edad. Al final me decidí y abrí uno titulado “+de40”, y me puse como nick (apodo, en inglés) “Mirón”.

Al entrar en el canal observé un torbellino de frases en movimiento que se cruzaban de unos a otros a velocidad de vértigo como si de arqueros disparando sus flechas se tratase. Me fijé en los nicks, muchos de ellos con un nombre y un número, cuarenta y tantos, que claramente reflejaba la edad de su usuario, así que me animé a salir y a reentrar con mi nombre y mi edad, “Javier46”. “Mirad chicas, ha entrado uno nuevo” “Bienvenido Javier, por cierto, ¿soltero? ¿separado? ¿casado? ¿altura? ¿peso? ¿color del pelo? ¿de los ojos?” Supongo que si alguien me miró en ese momento en la oficina, debió atisbar un rubor en mi cara, un chico serio como yo no estaba acostumbrado a estas cosas. Pero lo cierto es que me produjo una sonrisa, quizás la primera sonrisa que esbozaba mi cara en unos cuantos años.

“¿Me queréis hacer la ficha? Está Internet como para dar datos por aquí…” “Tranquilo hombre, que no creo que trabajes en la CIA, además, ¿Cómo quieres que te conozcamos si no? Anda, pincha mi nick y charlamos un rato” Así lo hice, sin saber que, por hacerlo, me iba a poner a dialogar con ella a solas en una ventana aparte del resto.

La verdad es que Eva42, que así se apodaba mi interlocutora, era simpática, arrolladora, y sobre todo, muy despierta y con mucha iniciativa. Resultó que era de Madrid, y después de charlar un rato, y casi sin darme cuenta, habíamos quedado a tomar un café en el VIPS del Paseo de la Habana esa misma tarde después del trabajo. Así conocí en persona a Eva42, que se llamaba en realidad Elena. Alta, rubia y esbelta, estaba separada y trabajaba de secretaria en una empresa cercana. Mi curiosidad por el Chat hizo que centrase en él mi conversación, pero cuando miré el reloj y comprobé que pasaba de las 9, me despedí de ella, no sin embargarme una sensación muy palpable de que hubiera prolongado la cita hasta donde yo quisiera.

Al día siguiente, y en los días sucesivos, seguí haciéndole un hueco al Chat en mi jornada laboral. Resultó ser una ventana inesperada abierta de par en par que me aportaba aire fresco, humor, y compañía. Cuando el resto del día esa ventana se cerraba, se convertía en un espejo de lo que era y había sido mi vida hasta ese momento: solitaria, triste, sin comunicación, sin ilusión…

Mi afición por el Chat no paró, convirtiéndose en la herramienta que me permitió cambiar mi destino. Conocí a mucha gente, sobre todo mujeres, con las que tuve todo tipo de relación, me enamoré, tuve sexo, amistad. Lo que más me hacía disfrutar y sentirme a gusto era que, cuando nos conocíamos en persona, ellas ya conocían al verdadero Javier, mucho más que si nos hubiésemos conocido por otro medio y llevásemos meses saliendo. Pero el verdadero cambio, se fraguó en mí. Me volví a reencontrar conmigo mismo y descubrí nuevos aspectos de mi personalidad que hasta ese momento habían permanecido ocultos, a mí y al mundo que me rodeaba.

Resultó que yo no era ese chico serio, tímido, callado y parado, del que salían corriendo las mujeres a primera vista, sino alguien divertido, alegre, con chispa e imaginación, que se había convertido en el “Rey del Mambo” del canal. Mi autoestima subió como la espuma, y mi relación con las mujeres cambió radicalmente. Sin querer, o queriendo, el Chat había sido una terapia de grupo salvaje, sin moderador ni terapeuta, que me había ayudado a evolucionar de forma muy positiva en la vida, haciendo de mí una persona mas natural, mas comunicativa, mas alegre y abierta.

Sin embargo, no todo en el Chat fue un camino de rosas. Los desengaños fueron crueles, y muchas situaciones, kafkianas. Al Chat cada uno y cada una entra por motivos distintos. Unos por soledad, otros por recrear el personaje de lo que desean ser y no son en realidad, otros exclusivamente por sexo, otros por soltar toda la agresividad, crueldad o locura que la sociedad no les permite en su vida cotidiana. Pasé momentos deliciosos e increíbles, y momentos muy duros y amargos, con la intensidad de aquel que se decide a VIVIR con mayúsculas.

jueves, 10 de abril de 2008

Coaching en la empresa, coaching en casa

Aurelio hablaba y hablaba acaparando inconscientemente el tiempo de la reunión (reunión que en realidad era mi primera sesión con los coachees asignados por la empresa, y que hice colectiva) mientras sus compañeros le miraban con disgusto y cierta aprensión. Era un cargo intermedio, que había llegado a su puesto gracias a que un familiar, alto ejecutivo de la empresa, lo había recomendado como responsable para el Dpto. de Proyectos. Ingeniero industrial, disponía holgadamente de la experiencia y los conocimientos necesarios para ejercer su trabajo y su responsabilidad, y sin embargo, parecía desenvolverse como pez en el desierto del Sahara. Al final intervine para que cada cual pudiera tener su tiempo para intervenir y contar sus expectativas.

Uno de los primeros ejercicios que suelo solicitar en la primera sesión de coaching, es que me de cada uno por escrito y por separado su definición de “Éxito”. Lo habitual es que las personas relacionen el éxito en su vida con sus logros a nivel personal, familiar, económico y de trabajo. Es curioso que en el caso de Aurelio, este definía el éxito en su vida como que todos los de su alrededor estuvieran bien, fueran felices, y pudieran contar con él. Intuí que el proceso de coaching iba a ser difícil y complicado, y según se desarrolló la siguiente sesión, ya individual, comprobé que no me equivoqué en mi primera apreciación.

Ya en privado, aparte de contarme su vasta y extensa trayectoria profesional, me relata que no se siente motivado y que le gustaría cambiarse de empresa, cosa que si no ha hecho a la fecha es por no dejar en mal lugar a su familiar. Cree que las funciones de su cargo no han sido bien definidas en el organigrama, y que esto ocasiona confusiones y colisiones con sus colegas, además de mal ambiente en la empresa en general y en su equipo en particular. Parece haber tomado carrerilla (lo que es habitual en él) y no deja títere con cabeza, sus jefes no aceptan sus propuestas ni le apoyan, sus subordinados apenas le respetan y le toman en consideración y sus colegas se entretienen en pasar sobre él como un felpudo. Preferí dejar esta sesión como “aclaratoria” de su situación, sin cambiar el tercio, pues la empatía y la confianza son siempre necesarias, y a pesar de mis ganas de meterme en materia, decidía que todo en la vida tiene un tiempo y un ritmo. Eso sí, le mandé “deberes para casa”.

Vuelve para la tercera sesión, y quitando el preguntar por los ejercicios y su resolución, todo parece llevar el mismo camino, es decir, “que malos son los demás, pobrecito de mí”. Como ya tenía comprobado que cualquier alusión a una posibilidad distinta era inmediatamente rechazada y eliminada del escenario, y estando ya avanzada la sesión, decido cambiar de tercio aprovechando la confianza que he logrado provocarle y preguntarle por su vida familiar. Empezó a contarme, mejor, a detallarme, como gran conversador que era, a su familia y en especial, la relación con su mujer. Su tono de voz empezó a cambiar, tornándose mas emotivo. Al parecer su matrimonio no pasaba por un buen momento, pues su mujer apenas le tenía en cuenta ni satisfacía sus deseos y apetencias, y se sentía muy solo y poco respetado. Empecé a aplicarle reencuadres profundizando en su personalidad, dando como resultado una pequeña regresión a la férrea educación de servicio que le habían inculcado sus padres en la infancia, lo que le había provocado una gran exigencia en si mismo y una muy baja autoestima, que le impide tener con su mujer, y en general con los demás, una relación asertiva. El espejo funciona, y empieza a asumir su papel y su culpa en esa relación.

Es en ese momento emotivo cuando le hago el paralelismo con la situación en la empresa, en que se parece o en que difiere. Se provoca en ese momento la catarsis. Se calla, abatido en un primer momento, y sus ojos se humedecen. Al poco, me confiesa sus miedos en el trabajo respecto al cargo, todos relativos a sus relaciones con los demás, con los que no acaba de encontrar el modo de defender y negociar su posición, y con la parte de su ser mas profunda y honesta, me pide ayuda. Fue un momento que se me quedó grabado, pues sabía que el muro había caído por completo y que solo quedaba apoyarle, apoyarle en negociación, en liderazgo y en delegación, y por supuesto, apoyarle en su relación de pareja. Los frentes estaban abiertos en ambas direcciones, y no le iba a dejar solo en su vida personal, máxime cuando fue esta precisamente la llave que abrió la caja fuerte de sus resistencias laborales. La sesión, que duró el doble de lo habitual, terminó con un profundo y sincero abrazo.

Para el resto de las sesiones de coaching, tenía en realidad varias y arduas tareas a realizar con Aurelio. Por un lado, la parte un poco directiva de ser un tutor personal y enseñarle, de la forma menos intrusiva posible, liderazgo, para aplicarlo en su cargo y en sus funciones. Por otra parte, seguir haciendo coaching que la apoyase a cambiar sus actitudes con los subordinados, los colegas, los jefes, y muy en especial, con su mujer. Fue todo un precioso ejercicio de arquitectura ver como Aurelio iba poco a poco cambiando gracias al esfuerzo inicial de erradicar viejas conductas y hábitos e introducir otros nuevos, pero sobre todo, a autoalimentarse con el resultado positivo que dichos cambios le iban regalando. Al principio hubo momentos de crisis producidos por esos cambios, tanto en la empresa como en casa, pero ambas afortunadamente remitieron, y lo mas importante, Aurelio fue “readmitido” en ambas esferas con su nueva forma de actuar.

Pasaron unos meses y el coaching llegó a su fin, para entonces Aurelio era una persona con una cara alegre y positiva, que había desterrado para siempre cierto aire de melancolía y de resignación. Su Dpto. marchaba como un reloj, con unos colaboradores motivados, y unos jefes sorprendidos. Pero lo mas importante del proceso fue que pudo reconquistar a su mujer como si fuese otro hombre, ya que de alguna forma, esa relación de pareja bien engrasada era en realidad el generador principal de la energía de su vida.